jueves, 11 de mayo de 2006

Ay ay ay, los 90...

Horas hambre

Las horas de mi juventud fueron todas gratis. ¿Qué podía hacer en ese entonces? Me tocó la época boom del neoli­beralismo y no me quedó otra que llenar una solicitud de empleo en una de esas agencias de empleo temporario, o trabajo eventual, como le decían por aquellas épocas a to­das esas cosas. Fluyeron las palabras eventual, promostar, me acuerdo que a muchas chicas lindas les decían "Pro­mostar". Nosotros éramos merchandising. Me metí en el medio y toda esa época caía sobre mi vida como un micro cae sobre una persona ciega en el medio de la calle. Cuán­tas horas gratis de mis 17, 18, 19 años; domingos y feria­dos y Semanas Santas, trabajando a full, regalando horas en pos de un progreso de empleado, en pos de un creci­miento empresarial que nosotros nunca veíamos. ¡Qué le iba a hacer! Tenía 20 años, era la. época del crédito, podía tener un componente Aiwa cuando quisiera, una heladera, un televisor, mi recibo de trabajo me permitía sacar a cré­dito hasta un auto último modelo. Yo siempre dije a todo sí, sí, qué me costaba quedarme tres o cuatro horas gratis después de horario y ver qué pasaba. Había que quedar­se, era el auge comercial, todo el país consumía sin parar como un monstruo comilón de porquerías hasta que obe­so, empachado, explotó manchándonos con su mierda nuestras vidas. ¡Ya les dije, qué iba a hacer! Estábamos to­dos en la misma. Nos reunían una vez a la semana después del horario de trabajo y nos explicaban los pasos de la em­presa. Había que esforzarse más en favor de un crecimien­to de perorata. Así estuvimos dos, tres, cuatro, cinco, ocho años regalando horas por un ascenso, o con la esperanza de que nos vuelquen en el recibo algún premio perdido de un compañero. Pero eso nunca pasaba, los premios se los anotaba el jefe en su recibo. Éramos unos ciervos, unos burros que cuando nos dimos cuenta de que la empresa era negrera empezamos a romper todo. Y por qué piensan que hay negros en Francia. ¡Eran esclavos! Regalamos ho­ras, muchos nos jodimos la cintura, la espalda, nos agarra­ban alergias del frío de las cámaras, dolor de huesos en pies y tobillos. Cortes de dedos, quebraduras de brazos y encima trabajando gratis. ¿Para quién nos estábamos sa­crificando regalando el tiempo de nuestra juventud? Para un señor y sus amigotes. Todo el país estaba enceguecido y hoy día paga sus consecuencias.
¡Yo con mi recibo podía coger 85 mulatas dominicanas exactas!

"Las aventuras del Sr. Maiz", Cucurto, Interzona - 2005

2 comentarios:

Anónimo dijo...

HenryPhantom

Anónimo dijo...

BUENIIIIIIISMO! Me hace sentirme mucho menos sólo. Pensé que lo mío era una pequeña tragedia personal... En fin... Che, ¿Todo eso cambió? ¿Ya fue?

watashi wa mk desu

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