viernes, 22 de junio de 2007

“La mujer, médico del hogar”

La muerte de mi abuelo materno el año pasado hizo que la familia organizara en varias tandas, las consabidas revisadas generales, subir al altillo, ver con lo que mi abuela se quiere quedar, ver que se tira y que no, que me quedo yo, que se queda él, y todas esas distribuciones arbitrarias que se van dando en estos casos. A mi también me tocó ir un día y ver que quedaba, y fue muy grata mi sorpresa encontrar varios libros que iban derecho a la biblioteca del barrio. De esos libros rescate unos cuanto que empezaré a postear porque, no se si para ustedes, pero para mí encontrarme con un libro de medicina de 1910 como “La mujer, médico del hogar” de la Doctora Ana Fischer-Dückelmann me partió la cabeza. 680 páginas que de a poco irán apareciendo por aquí.

Belleza y deformidad del cuerpo femenino



Explicación de la lámina 2

1) En el texto damos la descripción del cintu­rón ó ajustador de Juno. Agreguemos en este lugar que se construye con tejidos permeables y que sólo es incómodo durante los primeros días de su uso, cuyo resultado es disminuir la amplitud de las caderas y ofrecer al vientre un firme apoyo. Dicho se está que las mujeres bien formadas no tienen necesidad de usar esta prenda -mucho menos las de caderas estrechas,- sino las obesas y las de formas defectuosas.

2) Para conocer la perfección física de la mujer basta comparar sus formas con las de la Venus de Médicis, redondas, delicadas y de admirable armonía. Hemos colocado junto a un cuerpo tan her­moso los de las figuras 3 y 4 para que se aprecie mejor la oposición entre el ideal y la realidad triste que a diario nos ofrece la observación. Sólo se forma juicio exacto de lo que se es, conociendo y considerando lo que se debe ser; únicamente apre­ciando las imperfecciones propias puede llegarse a corregirlas ó atenuarlas. Si las madres aprendieran mejor a distinguir lo bello de lo deforme, no habría seguramente tantas criaturas feas.

2 comentarios:

humberto acciarressi dijo...

Mati: como amante y coleccionista de libros antiguos, alguna vez quiero ver in situ esas piezas maravillosas. Mientras, naturalmente, me conformo con seguir las entradas de tu blog. Un abrazo.

Anónimo dijo...

A esta Ana Fischer-Dückelmann ya la conozco. Se pegó un palo en una moto, dejó los pantalones de cuero, se fumó un suplemento de Argentina Exporta y se le dio por escribir. A ese libro lo arrancó una tardecita y lo terminó al otro día a la mañana. Yo no le creo.

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