martes, 7 de agosto de 2007

Mis lecturas en el bondi

Vengo retrasadisimo con mis lecturas, con esas notas perdidas entre tanto papel de diario, a tal punto que si mis planes de tener auto se concretan quedarán en el olvido en algún cajón. Trataremos lentamente de volver al ruedo y postear como corresponde. No quería dejar pasar la nota de Sergio Nuñez y Ariel Idez que salió en Radar hace un mes: "Con faldas y a lo loco. La banda de los travestis ladrones", una mirada sobre el travestismo como forma delictiva a principio de siglo.


Luis Fernández luciendo varios modelos y traje.

De toda la nota lo que más llamó mi atención es esta declaración de Luis Fernández, conocido como “La princesa de Borbón”, quien “fue detenido no menos de 22 veces. La primera, en 1907, cuando sólo tenía 18 años. En una de esas oportunidades, explicó:

“Frente a una mujer, el hombre se vuelve hipócrita. Aun el más apasionado galán esconde sentimientos verdaderos. La mayor de las pasiones, la más encantadora de las ternuras son disfraces de lo otro. Federico Nietzsche ya lo dijo en Así habló Zaratustra: ¡Ah, la perra sensualidad, cómo se arrastra mendigando un poquito de espíritu cuando se le niega un pedazo de carne! Y Nietzsche tenía razón. Nosotros, los hombres, cuando se nos niega obstinadamente el bocado que apetecemos y que ya creíamos conquistado, rectificamos invariablemente nuestra conducta. Y solicitamos en tono plañidero que se nos deje seguir viviendo la incorpórea ilusión del amor. Pues bien, lo que yo hago no es nada más que el fruto del conocimiento que tengo de mí mismo. La naturaleza me ha dotado de características físicas femeninas. Me dio una cara hermosa, unos ojos insinuantes, una voz dulce. Tengan ustedes la seguridad que de cien víctimas mías, sólo dos o tres se animarán a delatarme. Además de hipócrita, el hombre es orgulloso. El delatarme sería confesar que se ha equivocado. Nosotros, los hombres, tememos al ridículo en materia de amor más que a ningún otro. Y lo que yo hago es precisamente eso, burlarme del amor. Pero lo hago tomando, naturalmente, precauciones. Porque, de lo contrario, la víctima llegaría a ser yo. Y no del amor, sino de un balazo”.

¡Delicioso!

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